Pionero en la tauromaquia chiclanera que tan grandes figuras ha dado al universo del toreo, José Cándido Expósito (1734-1771) fue el primer matador de prestigio de la escuela en Chiclana de la Frontera. La tradición del toro enmaromado no era la única que se desarrollaba en el siglo XVIII: las corridas de toros eran ya una fiesta con mucho seguimiento en el pueblo, que apodó al diestro como “El famoso Cándido”. Fue el primer torero de a pie que murió de una cornada. Así lo cuenta la entendida Rosario Pérez en ABC: “[…] hizo un quite al banderillero Juan Barranco ‘Chiquilín’, pero relatan las crónicas de la época que Cándido resbaló entonces en la sangre de un caballo”. Tirado en aquel charco e inmovilizado, se convirtió en presa fácil del astado, “Coriano”, que le propinó dos cornadas letales: una en el riñón y otra en el muslo. La placita de madera del Puerto de Santa María vio morir a Cándido un 23 de junio de 1771. Tenía 36 años. Un año antes había nacido su hijo, Jerónimo José Cándido (que seguiría los pasos de su padre).
Hasta ese aciago día, José Cándido era un torero de éxito, admirado por las muchas credenciales que presentaba en los ruedos: desde el salto con garrocha (una especie de pértiga)… A la peligrosa suerte del puñal, en la que entraba a matar con sombrero redondo similar al de los picadores actuales que servía para incitar a la res y torearla (como si de una muleta se tratara); una vez que el toro pasaba, le daba la puntilla. La temeridad era grande, desde luego. Se le ha llegado a atribuir esta suerte a José Cándido, si bien Pérez apunta en su artículo que la aprendió del limeño Mariano Zeballos.
“Tan solo [con] su ancho sombrero en una mano […] y un afilado puñal en la otra, mataba a los toros, esperándolos a pie firme, dándoles salida con la izquierda, como ahora se hace con la muleta, y encallando el golpe con la derecha en el sitio del descabello”, publicaron en abril de 1882 en La Lidia, revista taurina. Se trataba de un artículo que recordaba la figura del torero de Chiclana, a un siglo de su muerte.
Chiclanero de adopción
Llamado a hacer cosas muy grandes en la tauromaquia, había nacido mulato, fruto de la relación clandestina entre una dama de la alta sociedad sevillana con su criado antillano (otras fuentes apuntan que su madre natural era de Cádiz; lo que sí parece más claro es que José Cándido era de piel oscura). Fue chiclanero de adopción. Adoptado por partida doble, teniendo en cuenta sus orígenes: nacido gaditano, había sido abandonado en un Orfanato (el de Santa María Magdalena), de donde fue recogido por una matrimonio de San Roque que después se movió a Chiclana. Las religiosas de la inclusa le habían bautizado como José Cándido en honor al capellán.
El futuro matador de toros creció en Chiclana. Gracias a Lorenzo Manuel Rodríguez “Lorencillo” y Melchor Calderón, lo aprendió todo sobre la lidia, tomando la alternativa a los 24 años en Madrid. Sucedió un 25 de mayo de 1756 (su maestro y su padrino fueron Diego del Álamo “El Malagueño” y Juan Esteller, respectivamente). En Sevilla debutó un 22 de abril de 1762, junto a Joaquín Rodríguez y Juan Romero. La figura de “Lorencillo” iba a ser crucial en desarrollo de aquel muchacho huérfano. Valedor importante, si tenemos en cuenta que fue precursor del vestido de luces (y que apostaba por dotar de majeza a la indumentaria torera, según el fallecido apoderado taurino Aquilino Sánchez Nodal).
Contexto taurino de José Cándido
Hacia mitad del siglo XVIII -una vez pasada la prohibición de las corridas en España, que apenas había durado un lustro, de 1754 a 1759-, el toreo a pie se ganaba ya los favores del público. El escritor y pensador sevillano José María Blanco White se refirió al paso del tradicional rejoneo con caballos al toreo a pie, que ganaba adeptos desde las más tiernas edades: “la mayor parte de nuestros jóvenes consideran el toreo como un deporte honorable y digno, y la diversión principal de los niños andaluces de cualquier clase social es la parodia de las faenas del ruedo”. Fue ahí cuando comenzaron a despuntar y brillar figuras que practicaban esta modalidad de toreo.
En este contexto desarrolló su carrera José Cándido (precedió a otros toreros famosos dieciochescos, como “Costillares”, “Pepe Hillo” o Pedro Romero). Eran, por lo demás (en realidad, como siempre), tiempos de severa competición por llegar a lo más alto. El matador anduvo en la terna con los Romeros, los hermanos Palomo (Juan, Pedro, Manuel y Félix), “Martincho” (inmortalizado por el maestro Goya en uno de sus aguafuertes de la serie “Tauromaquia”) y otros diestros. El chiclanero cosechó fama de ágil, ligero, acertado, sereno… Y por supuesto valiente. Su modo de recortar y quebrar, según los taurófilos de su tiempo, era muy especial. Tenía buena prensa.
Toreó en las principales plazas de España, en un momento de expansión de la fiesta. José Cándido cautivó al público por sus cualidades. Lamentablemente, la muerte le sobrevino cuando lideraba el escalafón de la época. El suceso fue recogido por las coplas del incipiente arte flamenco: “[…] allí remató su fin/ le mató un toro de Bornos/ por librar a Chiquilín”. Era un torero de corazón y valía. Así le describieron los cronistas del siglo XIX, un siglo después de su irrupción en el mundo de la tauromaquia. En Chiclana de la Frontera se le recuerda aún vivamente.