“Todos se vienen a Chiclana. Se teme un bombardeo de los ingleses en Cádiz […] había un funesto contraste con el abatido silencio de los que paseaban por el camino…” (Frasquita Larrea)


Francisca Javiera Ruiz de Larrea y Aherán ­nombre completo de Frasquita Larrea, uno de los personajes más fascinantes que vivió en la villa chiclanera­ se refería al contraste entre el ruido de los carruajes que, atolondrados, huían de la capital hacia Chiclana de la Frontera, y los paseantes que se iban encontrando. El 2 de mayo de 1808, la relación de España con Francia había dado un vuelco: comenzaba la rebelión contra las tropas napoleónicas. En este contexto, el general Solano (Gobernador Militar en Cádiz) no estaba de acuerdo con entregar las armas al pueblo ­que quería dialogar con los ingleses­, ni con bombardear a la flota francesa. La turbamulta no se lo perdonó y le quitó la vida, un 29 de mayo, bajo la acusación de “afrancesamiento” y traición. Antonio Nicolás Cabrera y Corro (más conocido como Magistral Carrera), amigo de Solano, se apiadó de él. Y le echó mucho valor para, en un ambiente más que hostil, rescatar su cuerpo y darle sepultura. Ambos, magistral y general, tenían una amiga común.

Se trataba de Frasquita Larrea. Frasquita, dados los acontecimientos trágicos, había decidido pasar el trance en su casa de Chiclana. Fue entonces cuando anotó las palabras citadas más arriba. Larrea y el Magistral Carrera solían verse para hablar de botánica, filosofía y teología. Ella y su familia, como tantas casas pudientes de Cádiz, pasaba sus veranos en Chiclana; fue en su salón donde intelectuales e ilustrados de la época acudieron a sus tertulias (las casas educadas eran prolíficas en este tipo de reuniones, también en bailes y eventos más galantes). En este sentido, Frasquita se convirtió en un personaje muy importante en aquel ambiente, de los más refinados y cultos del momento. Un momento de gloria para las tierras gaditanas que, además de doblar su población, vivieron un esplendor comercial inédito hasta la fecha. Sucedió entre finales del siglo XVIII y principios del XIX.

José de Mier Guerra cifra en unos 4.000 los gaditanos que veraneaban en Chiclana (un decir, pues mayo era el mes favorito de la burguesía para vacacionar allí). Entre los más ilustres estaba Larrea, que pasará a la historia por ser la madre de Cecilia Böhl de Faber (la escritora que firmaba como Fernán Caballero). Esposa del hispanista alemán Nicolás Böhl de Faber ­nacido en Hamburgo­, realizará una más que interesante aportación al Romanticismo que ha sido muy reivindicada por Antonio Orozco Acuaviva, transcriptor de sus memorias: “Frasquita Larrea, primera romántica española”.

Había nacido en 1775. Sus padres ­un cargador a Indias vasco y una irlandesa­ le proporcionaron una excelente educación en Inglaterra y Francia. Sin embargo, muy pronto mostró una pasión e interés por el conocimiento que sellaron su vida. Desarrolló amistades intelectuales e inquietas, pues ella así era. Aquello le sirvió, aparte de para dinamizar la vida cultural de la ciudad, como estímulo en los malos momentos. Que en su biografía, dada la inestabilidad de aquellos tiempos, fueron bastantes.

Chiclana, su refugio

La Guerra de la Independencia (y con ella, la ocupación francesa), fue uno de los críticos. Entonces el pueblo de Chiclana ­donde Frasquita había pasado memorables estancias desde muy joven­ sería su refugio y el de tantos otros. Algunos indeseados, como el general francés Villate, alojado en casa de los Böhl de Faber por obligación. La residencia de este personaje histórico de Chiclana se ha fijado, desde siempre, en el Retortillo (concretamente en la llamada “casa de las palomas”). Sin embargo, José de Mier Guerra cita en el Diario de Cádiz el epistolario de nuestra protagonista para desmentir esa idea y situar su finca en las cercanías de la iglesia de San Sebastián. “Cuando veo en la fortaleza de Santa Ana […] un cañón del 24 con la boca hacia nosotros en dirección al camino de Medina, me estremezco”, escribió Larrea, en una misiva dirigida a su marido.

Marieta Cantos Casenave, en este artículo, contextualiza el discurso de Frasquita en un momento altamente opresivo para el género femenino. Resulta casi divertido, en este contexto, entender que otro de los motivos por los que Larrea se estableció en Chiclana fue por su separación de hecho, que tuvo lugar en 1806. El intercambio de cartas iba con el lote de “acuerdo postmatrimonial”, de hecho. Sus debates en torno a la capacidad intelectual de las mujeres eran bastante encendidos; si bien, como apunta Cantos Casenave, nuestra protagonista seguiría leyendo, reflexionando y elevando sus opiniones, a pesar de lo que opinara o pensara su marido.

La madre de Fernán Caballero

La biografía de Frasquita Larrea dio mucho de sí. La participación de las mujeres francesas en la política se importó, de alguna manera, a nuestro país. Los vientos revolucionarios de 1808 favorecieron, en este sentido, a las féminas. Prueba de ello fue la constitución de la Sociedad Patriótica de Damas, de la que Larrea formó parte. Hay que destacar que el interés y la participación política en los asuntos públicos hacen de Larrea un ejemplo casi excepcional, según Cantos Casenave. Durante la invasión francesa, y a posteriori, el ‘establishment’ masculino hizo todo lo posible por sofocar cualquier iniciativa femenina al respecto. Había que seguir relegando a las mujeres al ámbito doméstico y, como mucho, a la beneficencia o a modernos gineceos.

Pero la politización de la literatura y las artes en el contexto romántico exacerbó todavía más este amor por el conocimiento, en un período tan duro como excitante (a nivel político). Esta chiclanera de adopción fue una de aquellas europeas españolas que vivió entre la Ilustración y el Romanticismo, reivindicando a Byron (y también al teatro de Calderón); leyendo a Kant y a Descartes, así como asimilando el patriotismo de otras congéneres europeas como Lady Morgan (escritora irlandesa de la que Larrea adopta un concepto: el “patriotismo de las mujeres”). Así lo recoge “La guerra de pluma” (2008), estudio editado por la Universidad de Cádiz que nos sitúa en la prensa gaditana durante las Cortes.

Mujeres y tertulias

En el caso de esta dama gaditana ­que tanto tiempo pasó en Chiclana de la Frontera­, fueron abundantes los testimonios en primera persona. Traductora, escritora, agitadora política y tertuliana, Frasquita Larrea no hizo más que seguir una estela que ya había comenzado a germinar en Europa. Ella supo documentar e interpretar su época mediante escritos en prosa, artículos y textos, fuera publicada o no. O a través de su epistolario privado, e igualmente ­a larga­, “en proclamas semiprivadas” y colaboraciones en prensa, según Cantos Casenave. Aunque el ámbito de opinión de las féminas se reducía al ámbito privado, digamos que Frasquita anduvo en consonancia con otras figuras proto­feministas de la era moderna, como Madame de Staël (1766­1817) o Mary Wollstonecraft (1759­-1797), a las que leyó con interés. Con ésta última Larrea tuvo algo más en común, que Wollstonecraft parió también a otra escritora famosa: nada menos que Mary Shelley (la autora de “Frankenstein”).

Ensayista y novelista, Madame de Staël hizo de su salón de la rue du Bac uno de los principales centros literarios y políticos del París revolucionario en 1789. Una madama a la que le siguieron otras, ya en el siglo XIX, como la rusa Helena Petrovna Blavatsky ­la famosa Madame Blavatsky­, autora del célebre tratado “La Doctrina Secreta” (1888) y fundadora de la Sociedad Teosófica (sociedad secreta de carácter esotérico). La baronesa parisina era un referente, sin duda, para una Frasquita considerablemente más joven; y más conservadora, con total probabilidad (era pro absolutista y apoyaba a Fernando VII, amén de ferviente católica).

Frasquita vs Margarita

Este conservadurismo le acarreó un notable rivalidad con otra mujer poderosa de su tiempo, Margarita López de Morla. Liberal y jerezana, López de Morla fue promotora de una de las tertulias políticas típicas de aquel Cádiz (se había formado en Inglaterra, donde había conocido al mismísimo Lord Byron). Por la tertulia de Margarita y su hermano Diego, en 1809, pasaron figuras del liberalismo muy destacadas: el conde de Toreno, Argüelles, Martínez de la Rosa, Alcalá Galiano, el duque de Rivas, etcétera. Por su parte, la tertulia política de Frasquita Larrea, en el Cádiz de 1811, fue centro de la vida cultural de una ciudad liberal, en ebullición, un hervidero de ideas. Una ciudad constitucional.

Después de un último viaje a Alemania, regresó al sur de España para continuar introduciendo a autores románticos en su país; mantuvo correspondencia con el filósofo Friedrich Schlegel y con el exiliado Blanco White, perteneció a la Sociedad de Amigos del País… Mantuvo intensas polémicas con amistades fluctuantes por su adscripción al ala más conservadora del movimiento romántico. Después de reconciliarse con Böhl de Faber, Frasquita pasó el último tramo de su vida en el Puerto de Santa María. Allí murió en 1838.