“El campesinado está maduro para la revolución: no les faltaba nada más que un ideal para canalizar su desesperación. Y con el comunismo libertario lo han encontrado”
José Buenaventura Durruti
Cuando revisamos la historia contemporánea de Chiclana de la Frontera -y la Guerra Civil en particular- asoma a nuestra vista un personaje convertido, con el paso del tiempo, en un referente para el anarquismo sureño. Hablamos del chiclanero Diego Rodríguez Barbosa (1885-1936). Rodríguez Barbosa, militante de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), no tuvo una vida larga, pero sí una existencia fructífera. Pese a su didactismo, fue capaz de desarrollar una actividad periodística amplia, con una producción escrita en la que cabían letras de carnaval, novelas y artículos. Su crimen, a manos de los falangistas llegados a la villa en los primeros días de la contienda, figura en la historia de la infamia de la España de 1936. Aquel hombre del pueblo concienciado, ácrata convencido, luchador e idealista, acabó en la fosa común de un cementerio. Es más, en la peor de las versiones acerca de su muerte que circuló por el pueblo, pasados los años, sus asesinos no se habrían contentado con matarle. Esta indignidad no ha llegado a ser nunca aclarada, aunque como leyenda negra pone los pelos de punta.
Pero empecemos por el principio. ¿Quién fue Rodríguez Barbosa? José Luis Gutiérrez Molina, doctor en Historia Contemporánea y miembro del Grupo de Estudios Historia Actual (Universidad de Cádiz), le conoce profundamente. Este investigador del anarcosindicalismo andaluz publicó en 2001 “El Anarquismo en Chiclana. Diego R. Barbosa, obrero y escritor (1885-1936)”, obra monográfica que repasa la biografía del activista chiclanero, al tiempo que se ocupa de estudiar la actividad anarquista, y la represión que ésta sufrió en nuestra tierra. Andalucía era terreno hostil para las fuerzas sublevadas. Los generales franquistas fueron conscientes desde el principio y adoptaron una estrategia en connivencia con las oligarquías agrarias, temerosas de perder poder ante el reformismo republicano, por un lado; y de los brotes revolucionarios de obreros y campesinos, por otro.
En este sentido, Gutiérrez Molina habla de “guerra social” soterrada en un conflicto que iba más allá de lo meramente territorial o nacionalista, y cuya expresión más evidente fue el exterminio físico del adversario. Algo que en principio no pasaba por la mente de los propios represaliados en tantos pueblos andaluces; el estudioso gaditano atribuye cierta tibieza a las autoridades republicanas, “que temieron más a los trabajadores, que les pedían armas, que a los sublevados”. La toma de poder por parte de los sublevados sería algo así como “un paseo”, casi. Y las purgas que vinieron muy poco después, terroríficas. Entre 20 y 30 -según la fuente consultada- fueron las personas asesinadas nada más que en la villa de Chiclana: Rodríguez Barbosa fue una de ellas.
“Otros quieren ser héroes, yo sólo quiero ser como mi bisabuelo, un hombre sencillo, un obrero”, declaró Yolanda Fernández en 2008, en un acto organizado por la Asociación de la Prensa de Cádiz en recuerdo de los periodistas gaditanos exterminados por el franquismo, y celebrado gracias a la labor de la historiadora Concha Lama. Lama reunió al menos 58 nombres, entre los que estaba el de Diego Rodríguez Barbosa. Yolanda Fernández homenajeó de esta manera a su bisabuelo, cuyas aventuras editoriales en publicaciones de corte anarquista fueron ingentes a lo largo de su vida.
Nacido en El Lugar -Chiclana-, Diego era hijo de Pedro Rodríguez y Francisca Barbosa, jornalero y ama de casa con tres vástagos más (José, Francisco y Carmen). Pronto abandonó la escuela, como era el sino de los pobres en aquella época, para trabajar en las faenas del campo. Entró en contacto, entonces, con los movimientos sociales del pueblo. Desde los 18 años se implicó en la política. A los 21 ya había formado una sociedad obrera netamente anarquista. En la que fue su primera salida del país (con el fin de escapar del servicio militar obligatorio), pasó por Buenos Aires y París. Estaba claro que Diego iba a ser un hombre de mundo. Una vez que hubo regresado a Chiclana -ya en 1911-, el inquieto Diego empezó a escribir en publicaciones como Tierra y Libertad, al tiempo que impulsaba sociedades obreras (La Lucha) o grupúsculos ácratas como Juventud.
En 1917 emigró de nuevo a la capital francesa, donde vivía su hermano José; el caciquismo local le tenía ya en el punto de mira por revolucionario y activista, de manera que lo tenía más complicado para buscarse la vida. Barcelona fue el siguiente punto de su trayecto vital, si bien terminó volviendo a la villa chiclanera. Aquella segunda emigración devolvió a un Diego aún más preparado si cabía: hablaba francés, catalán y esperanto. El habla de esta lengua, al igual que neomalthusianismo y el naturismo, eran ideas introducidas por los ácratas en aquellos años (el chiclanero, de hecho, abrazó el naturismo y el vegetarianismo). Era un hombre muy moderno.
Manuela Pareja Sánchez fue su compañera; con ella tuvo seis hijos: Arquímedes (muerto en el frente catalán, en enero de 1938, como veremos al final), Diego, Magdalena, Francisca, Carmen y Arnedo. Establecido con su familia en Cádiz, fue allí donde empezó a redactar -junto con Elías García- Rebelión (1920). No solamente dirigió Bandera Libre, sino que también se codeó con las figuras anarquistas gaditanas de la época (José Bonat, Vicente Ballester Tinoco o Clemente de Galé Campos).
Encarcelado durante tres meses en 1921 -por el asesinato de un contratista gaditano-, regresó a Chiclana, donde impulsó la CNT en 1922, ejerciendo como maestro racionalista en una escuela gratuita para los hijos de los campesinos. Fue en esta época cuando empezó a cultivar una pequeña parcela en el Barrio Nuevo de Conil. La supremacía anarcosindicalista en Andalucía se manifestaba en el control de -prácticamente- todos los sectores productivos más importantes de su economía, en su presencia social. “Así ocurría en el mundo rural”, tal y como lo explica Gutiérrez Molina en “Andalucía y el anarquismo (1868-1936)”.
1931-1936
Proclamada la Segunda República en España en 1931, Diego Rodríguez Barbosa tenía 46 años, era un veterano anarquista y por tanto se había erigido en una de las grandes referencias de la comarca. Editor del periódico El Sembrado (1932), era habitual de mítines y conferencias. Su actividad frenética le llevó de nuevo a la cárcel -a raíz de la insurrección de enero de 1933-, aunque sería absuelto un año después (junto con el resto de camaradas cenetistas encarcelados). Fue presidente de la CNT de Chiclana, y delegado en el IV Congreso Federal de la organización en Zaragoza (que tuvo lugar entre el 1 y el 12 de mayo de 1936).
Julio del 36 pilló a Diego en Chiclana, huyendo a través de sus campos de la persecución falangista. La ocupación franquista apenas tuvo resistencia. “La mañana del domingo 19 de julio llegó a Cádiz el destructor Churruca con tropas de África. Desde ese momento, la balanza se inclinó hacia los rebeldes. La intervención de los mercenarios marroquíes en las calles gaditanas prácticamente eliminó la resistencia que se les ejercía desde algunos edificios, azoteas y barricadas. Ese mismo día, toda la bahía fue ocupada. En San Fernando, cesó la oposición en el arsenal de la Carraca y secciones de regulares entraron en Puerto Real y El Puerto de Santa María. Chiclana también quedó en poder de los rebeldes”, escribe Gutiérrez Molina.
Aunque los principales dirigentes municipales y republicanos de Chiclana se dieron cita en las primeras horas -entre ellos el alcalde de Izquierda Republicana, Javier de la Cruz Cortijo, así como el propio Barbosa, Antonio Piñero Cebada, Manuel Ruiz Ariza, Antonio García de los Reyes y otros- para organizarse y coordinar la detención de los elementos más conservadores de la villa, pronto la situación cambió. Ante los acontecimientos y las noticias que llegaban de la capital gaditana y San Fernando, las tornas cambiaron; los carabineros, la Guardia Civil, los falangistas y derechistas del pueblo reaccionaron. El alcalde legítimo, Javier de la Cruz Cortijo, escapó. Los detenidos fueron puestos en libertad, y fue restituido como regidor Sebastián Martínez Pinillos (antiguo alcalde durante la dictadura de Primo de Rivera). La represión no había hecho más que empezar.
La represión franquista
“El local del sindicato cenetista fue asaltado y comenzó la búsqueda de los militantes obreros y republicanos más destacados que se habían escondido en el campo y otros lugares. Algunos lograron escapar”, narra el historiador Gutiérrez Molina. Otros no. Entre ellos, además de Diego, había amigos suyos, como Gregorio Palas. Concejal de Izquierda Republicana y mecánico, fue detenido cuando iba hacia Gibraltar (y fusilado en el pinar de La Muela de Vejer). La persecución, implacable, no siempre respondía a actividades o afinidades políticas; son muchos los relatos que la Guerra Civil ha dejado al respecto, en los que se habla de inquinas personales, litigios y rencores que terminaron en delaciones, detenciones y ejecuciones. No solamente han de contabilizarse los asesinatos directos, puesto que muchas de las víctimas murieron encarceladas, o mientras estaban escondidas: tanto privaciones como de enfermedades. No faltó quien decidió quitarse la vida ante el infortunio que le podía esperar.
Pese a que no quería abandonar a su familia, Rodríguez Barbosa decidió escapar. Se juntó con un grupo de 15 personas (entre las que estaban militantes de CNT como José Moreno Alcántara, quien consiguió sobrevivir). Durmiendo durante el día y avanzando en los caminos rurales y costeros -cerro de La Espartosa, playa de La Barrosa- al caer la noche, sobreviviendo con la ayuda de conocidos… La idea era escapar en barco en algún momento. Pero el activista anarquista chiclanero tenía los días contados. Un 22 de agosto fue capturado -junto a su compañero Manuel Estrada Alba “El Regaera”-, torturado y asesinado a golpes en las cercanías de nuestro pueblo, su pueblo. Durante años fue vox populi que sus verdugos lo decapitaron y jugaron al fútbol con su cabeza. Su cadáver fue cargado en un camión para ser paseado por las calles del pueblo, y enterrado en una fosa común del cementerio San Juan Bautista.
La familia de Diego Rodríguez Barbosa sufrió un severo castigo a manos del bando nacional, que prácticamente la obligó a abandonar Chiclana. La peor parte se llevó, sin lugar a dudas, el primogénito de Diego, Arquímedes. Obligado a marchar al frente nacional, sería asesinado en Cataluña. “Según algunos rumores para que, cuando volviera, no quisiera vengar el asesinato de su padre”, afirma el biógrafo de Barbosa, que ha recogido testimonios como el de Arnedo, otro de los hijos del anarquista: “Arnedo Rodríguez contó que muchos años después, a fines de los setenta, tras la muerte del dictador, alguien, cuyo nombre no quiso revelar, le dijo que su padre le había dicho siempre que a Arquímedes lo habían matado en el frente”. La persona que reveló este crimen dijo a Arnedo que conocía la identidad del verdugo (sin embargo, el hijo de Barbosa no quiso conocer su nombre).
Orgullo d tener un abuelo luchador por la igualdad entre las personas
HUBIERA DADO MI VIDA POR CONOCERTE,QUERIDO ABUELO, NI OLVIDO NI PERDONO