El pino, en la bahía gaditana, es un árbol de gran tradición. La madera de los pinares era una materia prima más que necesaria para los astilleros de La Carraca, cuenta el que fue alcalde de Chiclana de la Frontera -­José de Mier Guerra-­ en este artículo del Diario de Cádiz; la construcción, en general, requería estas maderas (por no hablar de la leña obtenida del pino como combustible básico). Los pinares comenzaron a plantarse en el siglo XVIII; vinieron para quedarse. Solo que en la actualidad, en el caso de Chiclana, son los grandes protagonistas de una de las zonas verdes más sugerentes de la localidad: el Pinar Público de La Barrosa, próximo a la playa que lleva el mismo nombre, se encuentra a la entrada de la zona de Novo Sancti Petri, y es conocido de sobra por quienes practican el turismo sostenible (senderistas, excursionistas, amantes de la ornitología, etc.). Sus pinos piñoneros (Pinus pinea), acompañados de matorrales recurrentes (el enebro marítimo, o Juniperus macrocarpa), retamas (Retama sphaerocarpa) y lentiscos (Pistacia lentiscus), conviven con impresionantes alcornocales mediterráneos (Quercus suber) y componen un paisaje digno de visitar y disfrutar. Visitantes eventuales, y chiclaneros, lo saben.

Pero no solamente es una zona de senderismo. Cientos de atletas acuden al pinar para correr en la modalidad de cross (o carrera de larga distancia, campo a través); como en el Cross Pinar Público La Barrosa, que comenzó a celebrarse en 1992. Por lo demás, las sendas ­-perfectamente señalizadas y balizadas, para ir pie o practicar cicloturismo-­, son muy recomendables para quienes gustan del deporte al aire libre; una de ellas es la Vereda de los Pinares de La Barrosa, que une este paraje con la Colada de Fuenteamarga. Habilitada desde 2011, los 2,7 kilómetros de esta vía pecuaria recorren parte del bosque, que fue enriquecido con la plantación de especies típicas del monte mediterráneo (tales como el aliso común, el álamo negro o el fresno europeo).

El Parque Periurbano de La Barrosa ­declarado así por la Junta de Andalucía en julio de 1999, con la finalidad de proteger este entorno natural­, se extiende por 125 hectáreas de vegetación variada. Pulmón verde próximo a la playa chiclanera más conocida, está incluido en el Inventario de Espacios Naturales Protegidos de Andalucía y engloba varias zonas de pinar y de sistemas dunares repartidos a lo largo de la costa (desde el Poblado de Sancti Petri hasta la Loma del Puerco). El Pinar Público de La Barrosa es una de sus áreas más representativas, así como el Pinar de Costa Sancti Petri.

Ruta de la playa

El paisaje de Chiclana es susceptible de conocerse, gratamente, a través de diferentes rutas y senderos (ciclistas y caminantes pueden utilizar libremente los carriles-­bici y las pasarelas habilitados). La ruta de la playa, para interesados en ornitología y geología (además de en la flora y la fauna de la zona), es una bajada de unos ocho kilómetros que arranca en la Torre del Puerco, edificación vigía que marca la frontera entre Chiclana y Conil. Después de pasar por la parte superior de un antiguo acantilado y descender a la playa, conduce hacia los accesos al pinar.

Atrás quedan, en el camino, especies como el enebro costero y la sabina (refugio de camaleones, conejos y aves insectívoras), las acciones erosivas del viento y del agua, las aves que por allí pasan, al principio y al final del día. Los troncos de los pinos que, por la acción de vientos y vendavales, aparecen retorcidos, como las columnas del templete monumental de la Basílica de San Pedro, el famoso baldaquino de Bernini. O los ejemplares de pino más surreales, que asemejan esculturas extendidas sobre el suelo arenoso, de formas -­casi-­ imposibles.

Un pinar con vistas

Sus miradores colocan al visitante al borde del acantilado (existe otro en el interior del pinar, no obstante); quien se acerque a Chiclana para disfrutar de un ocio y turismo natural y sostenible podrá contemplar una flora que se caracteriza por su capacidad para soportar el sol y la sequedad (las plantas xerófilas), dentro de un ecosistema amigable para especies animales y vegetales, algunas en peligro de extinción: es el caso del Thymus albicans (un tipo de tomillo), la Dionaea muscipula (la conocida como venus atrapamoscas, una planta carnívora), o el camaleón, muy querido por estos lares chiclaneros.

Los miradores del Parque Periurbano de la Barrosa permiten divisar a lo lejos el Castillo de Sancti Petri, así como el sotobosque de matorral que se asienta en la alfombra de arena de la playa de La Barrosa; especies vegetales a las que la suavidad de la costa sienta estupendamente. Otra estampa hermosa es la de la Torre Bermeja del siglo XVI, casi suspendida en una frondosa nube vegetal, y el cielo del vasto pinar. O el acantilado de la Laja Bermeja, sobre el que se sitúa uno de de estos balcones de madera (que accede, además, a pie de costa).

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