“Encarga y manda que su esposo y heredero don Francisco García Baquero separara de sus bienes 50 acciones del Banco de España de su pertenencia, las cuales disfrutará en usufructo durante su vida; cuyas acciones al fallecimiento de dicho su esposo, quedarán depositadas en el citado Banco de España, como propiedad del Hospital del Niño Jesús, de la ciudad de Chiclana, al que hace legado de ellas en pleno dominio; pero con la prohibición de que puedan venderse ni transferirse en modo alguno, para que el capital que representan sea dotación del mismo Hospital…”

Testamento de Carmen Picazo del Monte, citado por Manuel Meléndez Butrón y Francisco Javier Yeste Sigüenza en “Calles y plazas de Chiclana de la Frontera (Nomenclatura histórica desde 1700)”.

Se le conoció como Hospital de San Martín o del Niño Jesús. Nació como recinto hospitalario anexo a la iglesia de la calle Convento, futuro convento de San Agustín en 1577. Posteriormente, este sanatorio fue trasladado a la calle Corredera, en 1596; los hermanos de San Juan de Dios -los de la capacha- comenzaron a atender a los enfermos hasta su marcha a Cádiz (donde consiguieron, tras varios intentos, fundar una institución en 1614). La desaparición de la cofradía de San Martín, ocupada en realizar una importante labor asistencial desde la Edad Media, supuso que empezase a depender del Obispado de Cádiz. Domingo Bohórquez (en “Chiclana de la Frontera. Geografía, Historia, Urbanismo y Arte”, 2011) se dedicó a rastrear protocolos notariales y actas capitulares hasta encontrar datos. Así supo que, a finales del siglo XVII, un sacerdote era representante del Obispado (“superintendente de la cofradía, prácticamente desaparecida, y de sus rentas y distribución”). Y es que los avatares de esta institución han sido muchos…

Ya en el siglo XVIII, con la llegada de la burguesía gaditana a Chiclana de la Frontera, el hospital se benefició de sus aportaciones. Por ejemplo, las rehabilitaciones a las que se refiere Bohórquez en su libro, “sucesivas ampliaciones y reformas” como la que en 1775 costeó Pedro Pérez, religioso de la capital. Rehabilitaciones que irían introduciendo al edificio en cada período (con mayor o menor fortuna): en este caso el neoclásico imperante. Sin embargo, la desamortización de Godoy -puesta en marcha en septiembre de 1798- dejó bastante maltrecha a la institución. Así, “[…] tras la enajenación de sus bienes, Obispado y Ayuntamiento se enfrentaron por su control al ser un patronato de legos”, confirma el historiador. Aunque la gravísima epidemia de 1800 y la ocupación francesa, poco después, relegaron la cuestión de la gestión del Hospital de San Martín a un segundo plano.

Bohórquez cita también al chantre de la catedral de Cádiz, Manuel Añeto Guijarro, como benefactor, ya en el último tercio del siglo XIX. Justamente en este período -en 1885- se produjo otra importante novedad: las Hijas de la Caridad se hicieron cargo del hospital. Carmen Picazo del Monte, una acaudalada dama gaditana, decidió destinar parte de su capital a la institución, impulsando el trabajo de las hermanas de la Caridad (en el hospital, y en el que será conocido como Colegio del Niño Jesús). Picazo era la co-propietaria de unas bodegas -junto a su marido, Francisco García Baquero-, y carecía de descendencia. Así, en su testamento de 1892, tuvo a bien otorgar cincuenta acciones del Banco de España al Hospital de San Martín para su mantenimiento. Chiclana la recuerda con una calle del barrio del Carmen que lleva su nombre.

Hospital y colegio

A cada lado de la puerta principal se abren dos ventanales con rejas. En el segundo cuerpo, en la calle central, se proyecta un balón coronado por un frontón semicircular” mientras que a ambos lados hay dos ventanales con barandilla de reja, coronados por dos frontales triangulares. El cuerpo se remata con un friso que termina en un amplísimo frontal triangular, según la descripción de Meléndez Butrón y Yeste Sigüenza. “El edificio guarda parte de su estructura hospitalaria del siglo XVIII-XIX, aunque con todo muy transformado”, señala Bohórquez. Sí que se conservan tres retablos barrocos en la capilla del Hospital del Niño Jesús; después de tantas remodelaciones, es probablemente el mayor capital patrimonial que alberga.

Todavía hoy puede apreciarse su fachada de dos cuerpos y tres calles, con una puerta sobre la que cuelga la leyenda que dice “Colegio del Niño Jesús”. Puerta que da paso a un zaguán y una reja artística a través de la cual se accede a un patio (el dintel del acceso al patio tiene inscrita una fecha, 1917; esto da una idea de las modificaciones experimentadas por el recinto hospitalario-escuela). Su capacidad nunca fue demasiado grande, si bien las ampliaciones dieciochescas permitieron cierta evolución de sus instalaciones, como “[…] la asistencia y acogida simultánea de ambos sexos, que eran atendidos por un capellán, un facultativo, cuatro sirvientes y cuatro enfermeros”, señala Bohórquez.

Pobreza y caridad

No siempre había camas para todos. Entonces, los enfermos eran enviados al Hospital de la Misericordia en Cádiz: rara vez sobrevivían al camino. La pobreza, durante siglos, fue cotidiana (tanto en Chiclana como en Cádiz, en España): “[…] habría que considerar a un mundo heterogéneo integrado por mendigos, pobres de solemnidad, vagabundos, prostitutas, presos, etc…”, dice el historiador. En ese mundo, la marginalidad ponía a la población en los límites de la supervivencia, y la falta de recursos de instituciones como el Hospital de San Martín determinaba la salud de los ciudadanos. El minifundio “propició el hecho de que las cifras de las personas consideradas pobres fueran poco significativas”, añade. Ello no evitó que la villa, en 1753, mostrase la siguiente estadística: “ochenta viudas, ancianos e impedidos por lesión de miembros, que sólo podían subsistir mendigando y a limosna de la piedad cristiana”.

Las Hijas de la Caridad -conocidas también como Hermanas de la Caridad– cogieron las riendas del antiguo Hospital de San Martín. Lo hicieron en los últimos años del siglo XIX, una vez pasado el período de desamortización (con la institución prácticamente sin propiedades y en una situación de franca decadencia). El citado padre Añeto, arcipreste de Chiclana entre 1879 y 1886, se encargó de reedificar de nuevo el hospital (que convirtió en asilo) y de recaudar fondos para su mantenimiento.

Sor Josefa Alberdi estaba al frente de las Hermanas de la Caridad, que llegaron a Chiclana en 1885. La religiosa informó a la Junta Provincial de Beneficencia de la pérdida de las escrituras de la fundación: a la cofradía que había fundado la institución se le habían ido agregando otras instancias, según la monja. “El Ministro de Gobernación clasificaba de beneficencia particular la obra pía del Hospital de San Martín, nombrando como por patrono al obispo de Cádiz, con la obligación de rendir cuentas y presupuesto al Protectorado, anual y periódicamente”, recoge Bohórquez en su libro. Hasta el año 1900, el hospital fue deficitario y necesitó de una aportación anual por parte del Ayuntamiento (que consistía en 2.000 pesetas anuales), puesto que sus únicas rentas eran una casa en la calle Arroyuelo y una serie de bonos del Estado.

En 1912 su situación cambió definitivamente, una vez que se le hizo entrega del patronato que había legado Carmen Picazo del Monte. La Junta Provincial de Beneficencia se desplazó hasta la villa, satisfecha e ilusionada con la donación, según se desprende de esta cita: “[…] en todos los semblantes se notaba la satisfacción del pueblo por haber alcanzado para su hospital y escuela los medios para su sostenimiento, pues la vida de aquella institución era dificilísima”.

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