
Gran Plaza de Chiclana
La Gran Plaza sobre el río Iro empezó a construirse un 8 de abril de 2003. Planteada como una suerte enlace entre dos plazas -la de Andalucía y España-, su edificación no estuvo exenta de polémica; la obra acabó cinco años después de su inicio con un coste que duplicó lo presupuestado y convirtió la infraestructura en motivo de rifirrafe entre los partidos políticos implicados en la Administración municipal. El conflicto venía por el hecho de haberse triplicado el plazo de ejecución (de 18 a 61 meses, con el sobrecoste que un retraso de estas características acarrea). La falta de concreción sobre su uso iba a ser, también, otro argumento de sus detractores (que llegaron a pedir su demolición, incluso). Adjudicada en régimen de cofinanciación entre Ayuntamiento y la empresa constructora, esta actuación vio pasar nada menos que tres alcaldes por el Consistorio: los socialistas Manuel Jiménez Barrios y José María Román, así como el popular Ernesto Marín. El primero lo impulsó en 1999, poniendo la primera piedra, el segundo fue el valedor de la obra… mientras que el tercero la inauguró, una vez acabada, pero a regañadientes.
Porque, a pesar de las críticas, el proyecto de la Gran Plaza, de 10.000 metros cuadrados, salió finalmente adelante: con su anfiteatro, su plaza pública y sus zonas verdes. Levantada como espacio diáfano, amplio y de planta rectangular, la Gran Plaza sobre el río Iro estaba planteada como conexión con la Alameda del Río a través de un sistema de escaleras en zigzag entre las que se colocó -en 2010- un ascensor acristalado y de acceso libre para los ciudadanos. El proyecto global contaba con un aparcamiento subterráneo que fue abierto al público en 2007; sus 450 plazas para vehículos supusieron un desahogo para el tráfico más céntrico.

Gran Plaza de Chiclana
El monumento dedicado a Pepe Marín, el empresario del souvenir chiclanero que creó las Muñecas Marín (aquellas gitanas universales), se inauguró el mismo año, mientras que las obras de embellecimiento finalizaron dos ejercicios después. Una pérgola perimetral, unos macetones de teca con enredaderas y unos bancos de madera componían el mobiliario de la plaza. Igualmente, se eliminaron 45 metros del cortavientos de hormigón existentes, que fueron reemplazados por una barandilla acristalada.
Todo lo que atañe al río Iro importa mucho en Chiclana. Es imposible dejar atrás su cauce a la hora de contar la historia de la ciudad: siempre estuvo ahí, desde tiempos muy remotos. Fue clave en la formación de la villa, allá por el siglo XIV, cuando Fernando IV donó los territorios al duque de Medina Sidonia, Alonso Pérez de Guzmán (fundador de la casa ducal, militar y noble leonés). Se fortificó aquel despoblado por motivos meramente estratégicos, y el río, navegable por aquel entonces, constituía una comunicación hacia el interior de gran importancia. Puede decirse, de hecho, que nuestra ciudad (levantada en torno al desaparecido castillo del Lirio) le debe en gran parte su existencia.
El río Iro
El río Iro tiene alrededor de 15 kilómetros de longitud y atraviesa una gran parte de Chiclana, partiéndola en dos mitades (La Banda y El Lugar, margen derecha a izquierda, respectivamente), hasta mezclar sus aguas con las de las salinas marismeñas que conforman el caño de Sancti Petri. Se sabe que su navegabilidad perduró hasta el siglo XVII, al menos. Precisamente acerca de esta característica escribía Jesús Aragón para La Voz Digital, en 2011, al referirse al deseo de hacer navegable el tramo urbano del río Iro como “una vieja aspiración”. Y tan antigua que era: ya en 2006 se hablaba de la posibilidad de facilitar la navegación de embarcaciones de pequeño calado, y no solamente durante la pleamar. Aportando una lámina de agua permanente, a través de un sistema de bombas, se eliminaría el antiestético lodo y se fomentaría el uso recreativo, favoreciendo asimismo la proliferación de especies autóctonas.
“Conectado directamente con los caños y salinas que mueren en Sancti Petri y se alimentan de agua salada del mar, muchos son los colectivos que piden una revitalización de su entorno”, escribió Aragón. Un año antes -en 2011-, publicaciones como Puente Chico tomaron posición en contra de la Gran Plaza, defendiendo la recuperación del río chiclanero e insistiendo en la necesidad de su limpieza, así como en dotarlo de profundidad para la celebración de actividades lúdico-deportivas (regatas, cucañas, natación, etcétera).
“Río de mareas” que, cuando no llueve, crece cada día aguas arriba (cuando sube la marea, volviendo a perder caudal horas más tarde), posee un cauce más ancho a su paso por el centro chiclanero. Sus crecidas siempre están ahí. El río Iro fue un protagonista funesto en la riada de 1965, así como en el derrumbamiento y posterior reconstrucción del Puente Chico. El Puente VII Centenario -conocido como puente azul- sustituto del Puente Presa, es otra de las infraestructuras que lo cruza y contribuyó, según Aragón, a que su desembocadura fuese más conocida.