La Casa del Conde de las Cinco Torres, el edificio es considerado como el mejor ejemplo que se conserva de la arquitectura neoclasicista en Chiclana
“Chiclana es el lugar de delicias de la gente rica de Cádiz, y aquí vienen a divertirse en la buena estación las damas gaditanas” (Leandro Fernández de Moratín).
El autor de “El sí de las niñas” (1806), dramaturgo ilustrado en la corte del Madrid de Carlos III, escribía en estos términos acerca de Chiclana de la Frontera. Y lo hacía en una época muy interesante, precedida de numerosos testimonios por parte de afamados visitantes que pasaban por la villa (especialmente hacia el final del siglo XVIII). Como Francisco Pérez Bayer, que recaló aquí en 1782. Filólogo ilustrado y jurista, conocido por obras como su “Viaje arqueológico desde Valencia a Andalucía y Portugal”, se refirió al pueblo chiclanero como “hermoso y bello caserío con muchas rejas y balcones”; así lo recoge José Luis Aragón Panés en su “Breve historia de Chiclana” (2011). Aragón Panés cita igualmente al barón de Bourgoing, diplomático francés que en 1795 consideraba Chiclana como lugar de recreo. El conde de las Cinco Torres -gaditano, como veremos más adelante-, debió de compartir la misma idea que el barón: en 1797 mandó construir la Casa del Conde de las Cinco Torres, que desde entonces se convirtió en pieza clave de la ciudad. Un buen motivo para hacer turismo aquí.
El neoclasicismo imperaba en aquellos tiempos, y este palacete da cuenta de ello. De hecho, está considerado el mejor ejemplo de la arquitectura de aquel período, de ahí que forme parte del catálogo de monumentos y sitios para ver en Chiclana. Posee, además, la fachada más hermosa de la villa. Manuel Meléndez Butrón y Francisco Javier Yeste Sigüenza describen la noble casa en “Calles y plazas de Chiclana de la Frontera (Nomenclatura histórica desde 1700)”: su soberbio exterior está planteado en cinco calles verticales que separan seis pilastras, y presenta cuatro amplios ventanales con rejas casi a ras de calle. La puerta marmórea se corona con un frontal semicircular adornado con guirnaldas (donde consta, además, la fecha en la que se levantó el edificio, así como el emblema de la casa de las Cinco Torres).
El Barrio de San Alejandro -nombre original del emplazamiento del palacio- fue construido alrededor del hospicio del mismo nombre y su capilla (donde actualmente se encuentra el Ayuntamiento). En la casa del conde, las familias pudientes se podían asomar a sus cinco balcones que, apoyados en ménsulas con motivos florales, ocupaban la planta superior. El remate de la fachada de piedra caliza -un alarde de elegancia geométrica- era y es uno de sus elementos más destacables, si bien el interior sigue impresionando gratamente. Las columnas de mármol toscano sostienen unas preciosas arcadas que cercan una solería magnífica, marmórea. Entrando en las estancias se puede contemplar un cuidado mobiliario de época, así como pinturas y detalles muy interesantes en los suelos y zócalos de las estancias.
El conde de las Cinco Torres
¿Pero quién fue el conde de las Cinco Torres? Diego Caro Cancela, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Cádiz, habla en “El primer liberalismo en Andalucía (1808-1868). Política, Economía y Sociabilidad” (2005) de los orígenes de José Bonifacio Feduchy y Sánchez, noble de segunda generación. Su padre, José Luis Feduchy Cambiazo -político de largo recorrido en en el ayuntamiento de Cádiz- accedió a su título nobiliario después de casarse con Isabel Sánchez Cortés, a la sazón condesa de las Cinco Torres. Así, el padre de José Bonifacio sería el primer conde de las Cinco Torres (y titular de un mayorazgo en Conil, donde poseía otro palacete).
La antigua residencia del conde de las Cinco Torres, sin embargo, es popularmente conocida en el pueblo como la casa de los Rodríguez-Tenorio, célebre familia chiclanera (cuyos descendientes son los actuales propietarios de la casa, de hecho). Si bien no está abierta al público, forma parte del itinerario de palacetes y casas que en la era moderna contribuyeron a convertir Chiclana en una pequeña urbe de gran interés.
Palacete en García Gutiérrez

Casa del Conde de las Cinco Torres
La simetría y cierto toque monumental son característicos del estilo neoclásico en general, y de esta casa-palacete en particular. En cuanto a su localización, la Casa del Conde de las Cinco Torres se halla en la céntrica calle García Gutiérrez de Chiclana, cuya existencia se remonta al Siglo de las Luces. Llamada antiguamente calle del Beneficiado, fue hogar de la Casa Teatro de la Villa: de ahí que tomase el nombre del dramaturgo, periodista y poeta Antonio García Gutiérrez (1813-1884). El afamado autor escribió artículos en publicaciones periódicas como La Revista Española, el Eco del Comercio, la Gaceta de Madrid y El colibrí.
García Gutiérrez conoció las mieles del éxito -principalmente- con su drama “El Trovador” (1936), con el que según Aragón Panés abrió la veda del romanticismo en nuestro país. Su obra fue adaptada por el mismísimo Giuseppe Verdi -quien compuso una ópera inspirada en la historia escrita por el chiclanero-, “Il Trovatore”. La universalidad de las cuestiones planteadas hacen que esta obra esté de absoluta actualidad. Aborda temas tan candentes como el problema de los prejuicios y la intolerancia, o la confrontación entre la hipocresía y la apariencia.
Chiclana, villa señorial
Los obispos Venegas y Teodoli, ya en el siglo XVII, eligieron Chiclana y no Cádiz para residir en tierras gaditanas. El primero de ellos -cuenta Aragón Panés- era poseedor de palacios y residencias en la propia villa. El tráfico comercial con las Indias, hacia 1680, propició la extraordinaria llegada de comerciantes, gaditanos y extranjeros. Llegados al 1700, el tránsito de los Austrias a los Borbones será decisivo en el devenir de España, que inicia su intrincado camino hacia “la construcción del estado-nación”.
En el caso concreto de Chiclana de la Frontera, es ahí cuando se produce un episodio clave: el traslado de la Casa de Contratación o del Comercio de las Indias de Sevilla a Cádiz. La dinamización de la bahía fue de gran envergadura, y la villa chiclanera participó plenamente en este desarrollo comercial, industrial y agrícola. En estos procesos, la inversión de capital fue unida al establecimiento de buena parte de la burguesía gaditana por estos lares.
Las edificaciones civiles, las residencias y palacios como el de la Casa del Conde de las Cinco Torres -o el palacete del conde del Pinar, entre otros-, configuraron el trazado de la ciudad. Se trataba de casas veraniegas que, en palabras del marino estadounidense Alexander Slidell Mackenzie, hicieron de la villa chiclanera el “Aranjuez de Cádiz”. Así lo dejó escrito en un libro que causó furor en su época, “A Year in Spain, by a Young American”, publicado en 1831 (libro de moda en el Londres de entonces, según Washington Irving).