Información sobre las bodegas Miguel Guerra, sus finos, olorosos, moscateles y amontillados, la bodega y sus vinos de Chiclana.
Miguel Guerra Virués era un hombre activo. Su biografía lo demuestra. La gran obra de su vida -las bodegas en Chiclana que llevan su hombre- especialmente. Empezó haciendo negocio con la leña de pino, que acumulaba en un almacén de la calle de la Plaza (antes llamada Magistral Cabrera); lo alternaba con la cosecha de viñas, que poco a poco fue ampliando. Una cosa llevaría a la otra. Guerra cultivaba mayores extensiones y su almacén de madera se hacía cada vez más grande… Allí se guardaban los palillos, sobrenombre que le daban a los rodrigones (o cañas que servían para mantener la rectitud de una planta) que a posteriori bautizaron el Fino Palillo, uno de los vinos más conocidos de su bodega. Una bodega que se trasladó a la calle Jesús Nazareno, donde la firma emprendió definitivamente la actividad comercial en el negocio del vino.
La solera del Fino Palillo unió fuerzas con la del Fino Sanitario -afamado vino que ya se exportaba al extranjero-, de las bodegas de la viuda e hijos de Guerrero. El inquieto Miguel Guerra Virués adquirió en 1940 otra bodega situada en la calle Mendaro, construida en 1880. Aquel iba a ser el emplazamiento principal de su negocio de crianza de vinos finos (por aquel entonces se había convertido en un artista del sector). Y así, de padre a hijo, y de hijo a nieto –Juan M. Guerra Vélez-, continuó la saga bodeguera. Miles de botas de roble conservan hoy el secreto de sus soleras, en un proceso vitivinícola puramente artesanal, genuinamente chiclanero.
Aún hoy, el cuidado de las viñas Pinar del Hierro, amén de la crianza de los caldos en las bodegas de Mendaro y Huerta El Vicario, es lo que mantiene el quehacer diario de la familia. Las visitas turísticas a esta preciosa bodega implican catas y degustaciones; los grupos son bienvenidos, con cita previa. Como otras bodegas de Chiclana, las de Miguel Guerra sirven de marco fantástico de celebraciones y eventos, actividades culturales y cualquier tipo de reunión social con solera. Nunca mejor dicho.
El Fino Palillo
Lo más conocido de las Bodegas Miguel Guerra es el Fino Palillo (del que se producen 30.000 botellas anuales, aproximadamente). Procede de una selección de uvas Palomino criadas y maduradas -única y exclusivamente- en Chiclana. Su aroma es punzante y delicado; es ligero al paladar, seco y suave. La solera del vino Oloroso Gran Reserva, otra de las joyas de la bodega, data de 1927; oloroso semiseco, con una graduación del 18%, posee un color caoba oscuro, con aromas de crianza y maderas nobles (de mucho cuerpo, criado y sometido a escalas de envejecimiento por el sistema tradicional de criaderas y solera en botas de roble).
El Cream Tarugo, por su parte, es fruto de una mezcolanza entre vinos olorosos y dulces. Envejecen juntos en botas de roble americano, y devienen un caldo suave y gratificante al paladar, con el cuerpo del oloroso de madera fina y dulcemente armonioso. Pero hay más. El Finito, por ejemplo: color oro pajizo, punzante y a su vez delicado, seco y suave. O el vino joven de mesa –Astilla-, fruto de la selección de los viñedos de Pinar del Hierro, afrutado y floral.
Last but not least tenemos el Moscatel Miguel Guerra, vino dulce natural. Se trata de uvas recolectadas muy maduras, con la finalidad de que sus azúcares queden muy concentrados (éstos se conservan merced a la detención parcial del mosto resultante). Su esmerada elaboración y envejecimiento posterior en botas de roble le dotan de un sabor característico: dulzura aterciopelada con regusto a pasas.
El Palitroque
Versión del Fino Palillo es el Palitroque, que la bodega chiclanera puso a la venta en 2013. Se trataba de una saca directa de la bota -sin procesos para garantizar su estabilidad-, un fino en rama embotellado concebido para el mercado de vinos gourmet. La idea era obtener sabores y cualidades cercanas, lo más posible, a las que se disfruta en una bodega. Guerra Vélez, enólogo y gerente, explicó que el origen del vino era un ave, la espátula común, que en Chiclana y Conil se la conoce como palitroque.