Información sobre la Cooperativa Chiclanera, sus finos, olorosos, moscateles y amontillados, la bodega y sus vinos de Chiclana.
“Los vinos de Chiclana de crianza biológica son más ligeros de nariz, menos punzantes, más cítricos, siendo la boca más glicérica, menos seca lo que hace muy agradable en la persistencia. Los vinos dulces (cream, moscatel) vienen impregnados por la fragancia de la variedad Moscatel, genuina de esta zona […] nuestra cooperativa se puede sentir orgullosa de elaborar uno de los vinos cream de mayor calidad sensorial del Marco de Jerez”
Manolo Manzano, presidente de la Unión de Viticultores Chiclaneros
Cooperativista de la Unión de Viticultores Chiclaneros, Sociedad Cooperativa Andaluza y referente de las bodegas en Chiclana, Manzano hacía estas declaraciones en 2013 a la revista Nueva Empresa, aprovechando para ensalzar el cooperativismo como modelo empresarial donde la unión crea la fuerza para sacar adelante una industria tradicional en la que las marcas, los vinos de la Cooperativa Chiclanera, tienen mucho que decir. La tradición pesa en el cooperativismo mismo, cuyo momento fundacional tuvo lugar en 1884, con la iniciativa de Manuel José Bertemati, el marqués de Bertemati (el marqués del vino fue el cerebro de la Colonia Vitivinícola de Campano, un experimento que funcionó hasta que la filoxera alcanzó las viñas). Dos momentos más fueron claves en esta historia. Por un lado, la citada filoxera, que en 1897 hizo añicos la idea del marqués de trabajar con minifundistas. Por otro, la entrada en escena de Fernando Salado Olmedo -más conocido como el padre Salado-, figura fundamental en Chiclana. Él fue quien fundó el Sindicato de Obreros Viticultores de la calle Arroyuelo en 1914 (con una Chiclana que todavía arrastraba las nefastas consecuencias de la filoxera). Una de sus últimas voluntades, por cierto, fue ser amortajado con la bandera de su sindicato.
La historia avanzó en los años cincuenta con la creación de la Bodega Cooperativa del Campo San Juan Bautista, especializada en la venta de mostos. El Marco de Jerez estaba, a mediados de esa década, en pleno auge. Se exportaba mucho vino. Seis años más tarde, el sindicato del inquieto padre Salado se incorporó en esta Bodega Cooperativa; de 300 afiliados pasaron a casi 700 socios en 1975. La avenida Reyes Católicos se convirtió en la sede de una bodega que vendimiaba la nada despreciable cantidad de 13 millones de kilos de uva. Fue la cooperativa vitivinícola gaditana más grande hasta principios de los ochenta; sus 1.200 hectáreas de viñas constituían el vivo sueño minifundista del marqués, materializado un siglo más tarde.
San Juan Bautista desapareció con el nuevo siglo, en el año 2000. Antes, una nueva vuelta de tuerca llevó a 304 de sus socios a crear la actual Sociedad Cooperativa Andaluza Unión de Viticultores Chiclaneros. Ésta adquirió parte de las existencias y marcas de la cooperativa extinta y -hecho muy relevante- se desentendió de la Política Agraria Común (PAC) de la UE, que invitaba al arranque de la vid para reformar el sector. La nueva bodega, construida en 1992, fue levantada sobre terreno de marisma; en 2012, la Cooperativa Chiclanera superó el millón de kilos de uva vendimiadas a lo largo de 215 hectáreas de viñedos, propiedad de 170 socios. Su producción anual está en los dos millones de litros de caldos.
Finos y moscateles
La Cooperativa Chiclanera se puede visitar (especialmente aconsejable es cerrar precios para grupos, con degustaciones incluidas). Dispone igualmente de 12 despachos de venta directa repartidos por la ciudad, de manera que quien disfrute del turismo en Chiclana puede hacerse, fácilmente, con alguno de sus vinos. Finos, olorosos, moscateles, amontillados… Los cooperativistas van de la mano de la tradición vitivinícola chiclanera, la más sureña de toda Europa. Las vides de la variedad de uva Palomino están detrás de la elaboración de productos como el Fino Chiclanero, el Fino Salinas, el Oloroso Matadero, el Cream Sarmiento Padre Salado, o el Vinagre de Vino La Ermita. Ir a la bodega y catarlos es un placer. Más todavía si se trata de un vino de la categoría del Fino Chiclanero, muy arraigado en la villa: amarillo pajizo, de aroma almendrado, punzante y delicado, ligero al paladar, seco; procedente de las vides Palomino, claro.
Otro fino de color amarillo -pero con reflejos verdosos- es el de Fino Salinas. Por su parte, el Moscatel Matías Serrano es un caldo dulce natural, típico de tierras chiclaneras, grato y fragante. Su color oro se oscurece y tira al caoba durante el proceso de envejecimiento. Oloroso Matadero, con la ermita de Santa Ana en la etiqueta, es un vino muy chiclanero, Palomino Fino; un caldo generoso seco, con gran estructura y equilibrio en la boca.
Visitas guiadas
La Bodega Cooperativa de Chiclana de la Frontera ofrece visitas guiadas y gratuitas. Resulta de enorme interés conocer esta bodega, tanto por su historia como porque es la bodega del Marco de Jerez con más volumen de producción (de las 12 existentes). Es uno de los alicientes más festivos del turismo en Chiclana: el visitante tiene la oportunidad de catar buenos vinos, al tiempo que conoce la labor en la bodega en época de vendimia, el tratamiento de la uva, la obtención del primer mosto… Así como el proceso que se desarrolla en el laboratorio para crear el caldo propiamente dicho. La cultura del vino, el trabajo profesional de viticultores y viñistas chiclaneros, es una gran tradición que no se debe perder.
La marca de vinos de Chiclana es un sello propio con el que la Cooperativa Chiclanera comercializa sus caldos -con el moscatel como emblema- a todos los niveles. Aunque su concentración es local, principalmente (y la apertura al exterior, en este caso, es uno de los retos pendientes de este siglo). Como parte de una de las seis Denominaciones de Origen de vino existentes en Andalucía -el Marco de Jerez-, las bodegas chiclaneras continúan con su labor artesanal. El cooperativismo en el sector ha demostrado una muy buena adaptación a los tiempos que corren.