“Fue una pelea que acabó ‘en tablas’. No obstante, demostró la debilidad de los franceses y la vulnerabilidad del cerco. A partir de de esas fechas, la ocupación de toda la Bahía pasaba a ser un deseo que pertenecía al campo de los sueños. A pesar de ello, Chiclana nada se vio favorecida de esta batalla, ya que continuaría en manos de los franceses hasta el 25 de agosto de 1812” Chiclana de la Frontera. Geografía, Historia, Urbanismo y Arte” (2011), Domingo Bohórquez
Chiclana estaba condenada a ser campo de batalla. Un campo en el que los ejércitos de la Guerra de la Independencia (1808-1814) fueran a medir su bravura en la lucha -por parte de España, y con Inglaterra y Portugal como aliadas- por frenar el imperialismo de Napoleón Bonaparte. El ejército francés estableció su cuartel general en Chiclana: desde allí concentró a las fuerzas que estaban destinadas a sitiar Cádiz, su objetivo. Solamente había que fijarse en una estampa, la de la ermita de Santa Ana “convertida en una gran fortaleza”; con un cañón enorme que salía desde ella, dirigido hacia el camino de Medina. Lo cuenta Paz Martín Ferrero en “El Magistral Cabrera, una naturalista ilustrado” (1997). El zafarrancho que fue Chiclana durante la invasión francesa se traducía en una ciudad transformada en un campamento militar las 24 horas, que vivía por y para un cuerpo militar necesitado de abastecimiento continuo. Por las bravas. Lo que desde el principio había colmado la paciencia de los invadidos, viéndose obligados -prácticamente- a suspender toda actividad comercial y agrícola. La desesperación hacía mella en los chiclaneros, sufridores ciudadanos desde aquel infausto 7 de febrero de 1810, cuando el ejército napoleónico tomó la ciudad. Su cotidianidad se había trastocado de manera terrible: los invasores se hicieron con la villa. Tomando sus casas, sus armas, y obligando a los chiclaneros, incluso, a jurar fidelidad al rey José Napoleón I. Apenas cinco días después de la invasión, el mismísimo Bonaparte había entrado en la ciudad; las autoridades municipales y eclesiales, así como la oligarquía local, le había recibido (¡qué remedio!). Resultaba complicado plantar cara a la soldadesca francesa, que además de comerse las uvas y dejar a los chiclaneros sin vendimia… también era capaz de matar los bueyes de labor. Con las cosas de comer no se juega, como suele decirse, y el pueblo se vio obligado, dentro de lo posible, a desarrollar una suerte de “resistencia”: no dudaban en matar a cualquier invasor siempre que pudieran. Testimonios como el de Frasquita Larrea se antojan, no obstante, interesantes. La escritora documentaba con pesar la difícil situación pero, por contra, no dejaba de aprovechar la posibilidad de conocer otro mundo (en la persona de un hombre extranjero). Larrea se preguntaba a sí misma cómo debía comportarse ante la ocupación de su propia casa, con el general Eugène Villatte como invitado forzoso. “¿Cómo debo comportarme ante la tiranía del emperador, ante este su altivo representante? Fingir no me cuesta, merece mi impostura, pero estoy tan sola en esta casa grande y sería tan interesante el intercambio entre este gabacho tan pagado de sí mismo y una mujer tan curiosa como yo…”. La dama gaditana y el militar francés trabaron amistad, pese a las circunstancias. No quitaba que la escritora romántica diese cuenta, en sus cartas, de las penurias por las que pasaba la población: “[…] nos faltan las subsistencias […] Las partidas de españoles llegan a la cercanía del pueblo y se llevan todo lo que encuentran. Añade a esta pintura el silbido de las balas, el estrépito de la pólvora, las calenturas, las inmundicias, las miserias y formarán un débil bosquejo de nuestra actual existencia”.
Un año de ocupación
Un año había pasado desde la ocupación cuando se produjo la Batalla de Chiclana. Batalla de La Barrosa para los ingleses, y Batalla del Cerro del Puerco para los franceses. O Batalla del Pinar, como escribe Domingo Bohórquez. La historia comienza cuando a finales de febrero de 2011 el mariscal Soult es mandado por Napoleón a auxiliar a su colega André Masséna, detenido ante las líneas de Torres Vedras, en Portugal: se llevó casi la tercera parte de las tropas que había en el asedio gaditano. Fue entonces cuando el Consejo de Regencia vio una oportunidad de oro para acometer una operación a dos bandas, con el desembarco de dos divisiones -una española y otra anglo-portuguesa- en Tarifa. Si iban a pie hasta Medina Sidonia podrían atacar la retaguardia francesa en Sancti Petri, lanzando al mismo tiempo a las fuerzas españolas que acudirían a través de los caños. El teniente general Manuel de Lapeña, Capitán General de Andalucía, asumió el mando de las fuerzas aliadas, compuestas por un total de 14.600 hombres: 8.000 infantes, los 5.100 efectivos de la División anglo-portuguesa de Graham (además de 1.600 soldados de la Brigada Begines de los Ríos). Las tropas francesas seguían siendo, pese a la marcha a Masséna, mucho más numerosas; estaban divididas en tres divisiones al mando del general Victor. Hablamos de una batalla muy europea, por las nacionalidades de quienes tomaron parte en ella: franceses, españoles y británicos… pero también portugueses, irlandeses, alemanes y polacos. Un 5 de marzo de 1811, a primerísima hora de la mañana, comenzó la operación que, si no fue más eficaz, se debió a la falta de coordinación entre españoles e ingleses. Flagrante. El profesor Millán Chivite -citado por Bohórquez-, resume la batalla de esta forma: “[…] las fuerzas anglo-españolas avanzaron conjuntamente desde Tarifa con los generales Lapeña, Lardizabal, el príncipe de Anglona y Sir Thomas Graham. El mariscal Victor, conocedor de los planes enemigos, intentó interceptarlos en la línea de Medina-Chiclana. Los españoles hicieron retroceder a los franceses y dejaron expeditas las comunicaciones a la Isla. Conseguido ese objetivo, y suponiendo que se había logrado la principal finalidad, se retiraron…”. La sorpresa vino cuando el mariscal francés empezó a atacar el frente inglés, en el que Graham se vio solo con sus hombres; el enfrentamiento dejó un saldo terrorífico de 1.000 bajas inglesas, y 2.000 francesas. Los asaltos y saqueos en la villa, después de la batalla, fueron muy comunes durante aquellos días. Esa misma noche, de hecho, la población sufrió el asalto de un grupo de soldados supervivientes. La sangre derramada en la playa estaba aún secándose, y los cadáveres de los caídos recogiéndose, mientras “la villa proseguía su vida en situación de ocupada, se reforzaban las defensas ante un posible ataque aliado” (escribe José Luis Aragón Panés en “Chiclana de la Frontera durante la ocupación francesa en la Guerra de la Independencia”). Así pues, los franceses no dejaban de fortificarse en Chiclana (con la finalidad de impedir otra invasión, claro). Citado por Bohórquez llega hasta nosotros el testimonio del famoso conde de Maule, que habla de un fuerte de Sancti Petri (construido en el Coto de Serrano), así como de una fortaleza con dos recintos en la ermita de Santa Ana, una fortaleza de Santa Cruz en la colina de San Cristóbal, o la batería de Villotte, frente de la Isla… entre otras iniciativas defensivas con el fin de blindar la ciudad. ¿Cuál fue la consecuencia? Principalmente que los franceses “continuaron en Chiclana hasta el 25 de agosto de 1812, dejándola completamente arruinada”, escribe Joaquín García Contreras en el texto introductorio del cómic que Díaz de la Torre le dedicó a la Batalla de Chiclana (dentro de las celebraciones del bicentenario, en 2011). Hay que resaltar igualmente que el asedio no se llegó a romper, y que tanto Cádiz como la Isla de León permanecieron libres… mientras “en el Oratorio de San Felipe Neri se estaba redactando nuestro primer texto verdaderamente constitucional”, afirma García Contreras.
Algunos personajes
A veces, una carrera tardía puede dar grandes frutos: eso fue lo que le sucedió al escocés Sir Thomas Graham, barón de Lynedoch. Este hombre de orígenes modestos demostró su valentía en la playa de Chiclana, después de una vida de penalidades. La mayor de ellas, la muerte de su joven esposa, la bella aristócrata Mary Cathcart (retratada en un par de ocasiones por gran maestro inglés Thomas Gainsborough, e inmortalizada en una escultura de Marie-Anne Collot). Su enfermedad -era tuberculosa- les llevó a la Riviera francesa en plena Revolución: los aires de la Costa Azul podrían curarla. Pero Mary sucumbió a su mal, siendo ultrajada mientras transportaban su cadáver. Graham, que hasta entonces había simpatizado con las ideas revolucionarias, juró muerte a los jacobinos. Y suponemos que a los franceses, en general. Entre los personajes secundarios que había en filas gabachas no estrictamente militares estaba la figura de “La Vivandière”. Así se llamaba a la cantinera que formaba parte de los regimientos franceses. Se trataba de una mujer que, armada con botellas de coñac, se encargaba de animar a los soldados con aquel aguardiente: encarar la posibilidad de la muerte no debía de ser fácil, y los soldados pensaban que les daba suerte. El regimiento 95º que luchó en Chiclana de la Frontera contó con una “vivandière” llamada Catherine Balland que, por su valentía y coraje, llegó a recibir la Legión de Honor en 1813. El cuadro de Lejeune (que está en el palacio de Versalles), inmortalizó a Balland. El general francés Victor -duque de Belluno- tenía 46 años cuando tuvo lugar la Batalla de La Barrosa. A comienzos de 1810 ya estaba al frente de uno de los tres cuerpos del ejército francés que invadió Andalucía. Napoleón le tenía entre sus favoritos por dos cualidades, principalmente: su habilidad y su valentía (que por cierto demostró con creces durante la batalla chiclanera). Manuel de Lapeña fue otro de los grandes protagonistas de la batalla. Celebérrimo es el pulso que mantuvieron éste -mandamás de las fuerzas aliadas- y Graham. Goya le pintaría en 1799.
Cronología de la Batalla de Chiclana
La Batalla de Chiclana, Batalla de La Barrosa, Batalla del Cerro del Puerco o Batalla del Pinar (como dijimos antes, con todos esos nombres se la conoce), fue uno de los episodios más relevantes de la Guerra de la Independencia en España, que tuvo lugar de 1808 a 1814. Sucedió un 5 de marzo de 1811, cuando la alianza anglo-española-portuguesa se enfrentó al ejército invasor de Francia en la playa chiclanera, alrededor de la llamada Torre del Puerco y en las inmediaciones de ésta. Murieron, al menos, 3.000 personas. Esta es la cronología de los acontecimientos que ocurrieron durante aquella jornada, y los días precedentes, en Chiclana de la Frontera.
23 de Febrero de 1811
Los aliados de España desembarcan en Algeciras. El contingente anglo-portugués, con el general escocés Sir Thomas Graham al frente, se une a un batallón del coronel Browne.
24 de Febrero de 1811
Las fuerzas de Inglaterra y Portugal marchan a Tarifa, donde consiguen refuerzos de tropas destacadas allí
27 de febrero de 1811
Se suman a las tropas de Manuel de Lapeña, que había logrado desembarcar antes en el puerto tarifeño; José de Lardizábal se encargará de la vanguardia de este ejército, mientras que Graham se queda en la reserva (el príncipe de Anglona, Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Pimentel, y Santiago Whittingham, comandan el resto de las fuerzas); se les une una fuerza de españoles irregulares al mando del general Begines de los Ríos
28 de febrero de 1811
El ejército aliado marcha hacia Medina-Sidonia, al norte; los hombres de Begines informan de que allí hay más tropas francesas de lo que se preveía. El general español decide marchar campo a través hasta Chiclana (por Vejer) y por la noche, para “ocultarse del francés” (decisión no compartida por Graham: según el escocés, la marcha nocturna va a agotar a las tropas)
2 de marzo de 1811
Unidades españolas hacen maniobras de distracción hacia Medina, al tiempo que un cuerpo avanzado del coronel Aymerich ocupa Vejer (que había sido evacuado, poco antes, por los franceses)
3 de marzo de 1811
El grueso del ejército español realiza una contramarcha entre Casas Viejas y Vejer, atravesando la Laguna de la Janda y sufriendo los rigores del mal tiempo (fueron 21 kilómetros en 15 horas); entretanto, el general Zayas tiende un puente de barcas en Sancti Petri: éste es desbaratado al caer la noche por las fuerzas del mariscal Claude-Victor Perrin, duque de Belluno (uno de los hombres fuertes de Napoleón)
4 de marzo de 1811
Los españoles avanzan hacia Chiclana, desconocedores de lo ocurrido con Zayas; cerca de Conil se encuentran con la caballería francesa: Lapeña decide cambiar el rumbo de nuevo para ir a Sancti Petri por La Barrosa
5 de marzo de 1811
- 8,00 horas, la alianza se detiene en el Cerro del Puerco, donde se quedan los ingleses. No hay noticias de Zayas.
- 10,00 horas, los españoles avanzan en dos columnas a las órdenes de Lardizábal: una por los pinares y otra por bajamar, y consiguen que la infantería del general Villatte tenga que replegarse, debido a la violencia de las cargas. Los combates se extienden por la Casa del Pino, el molino de Almansa y Torre Bermeja; los franceses reaccionan, pero se encuentran con el Regimiento de Murcia, con el coronel Juan María Muñoz al frente.
- 11,30 horas, Zayas hace un segundo intento en Sancti Petri, tendiendo un puente y enlazando con los hombres de Lardizábal. Las 4.000 huestes de Villatte se retiran hacia el alto del Cerro Molino, dejando libre una ruta hacia Cádiz.
- El general Graham marcha de la Loma del Puerco, no sin antes dejar allí una brigada española, el batallón de Browne y una batería de cinco cañones; emprende el camino por el bosque, flanqueado por tres escuadrones de la caballería española y dos de húsares de la Real Legión alemana (que avanza por la costa, liderada por Whittingham).
- Victor, el mariscal francés, está sin embargo dispuesto a aprovechar que los aliados han descuidado su retaguardia en la Loma del Puerco… y ordena a Leval que ataque en los pinares a Graham; mientras, él personalmente dirige una ofensiva al cerro, donde solamente van a aguantar los de Browne, que al final abandonan el sitio, viéndose cercados y superados por los franceses
- 13,00 horas, Graham es informado de que las tropas francesas, comandadas por Leval, están avanzando por el bosque de Chiclana. El escocés decide, sin esperar las indicaciones del general español, regresar a la Loma del Puerco
- Frente a frente, y a pesar de la desigualdad de las fuerzas con respecto a los franceses, la línea anglo-portuguesa, más flexible, planta cara al enemigo. Browne es reclamado de nuevo por Graham, que espera la ayuda de la brigada de Dilkes, integrada por 1.500 hombres (entre ingleses y escoceses)
- Pese a estar al límite de sus fuerzas, arrinconan a cuatro batallones de Ruffin y convierten en inútil la actuación de dos batallones de granaderos de la reserva de Rousseau (que muere en combate)
- 15,00 horas, Graham ha logrado tomar el Cerro del Puerco de nuevo, provocando la retirada francesa… y cientos y cientos de cadáveres
- Los hombres de sir Wheatley (1.400) y Leval (3.800), entre los pinares y la Laguna de Campano, libran su batalla particular. El francés Leval sobrevalora a su enemigo, que sigue sin recibir refuerzos del mando supremo español: Manuel de Lapeña
- El 87º regimiento irlandés da aquí el empuje decisivo. Primero lo hace con fuego contra el 8º de Línea francés, al que remata a golpe de bayoneta (la mitad pasará a formar parte de la lista de bajas). Es entonces cuando los aliados matan a Guillemain, portaestandarte del Águila Imperial, haciéndose con este importantísimo trofeo (un auténtico símbolo para las tropas napoleónicas)
- Al sur de la Loma, los húsares -mandados por Busche– terminan la operación militar: se emplean a fondo con los dragones franceses (caballería ofensiva e infantería defensiva)
- El ejército del mariscal francés huye hacia Chiclana, tras haber sucumbido en todas las líneas posibles, desorganizadamente; desplegando, apenas, dos o tres únicos batallones ilesos para cubrirse
- Sir Thomas Graham rehúsa perseguir al enemigo que huye. Sus hombres están demasiado cansados, por no hablar de las bajas… Además, espera que Manuel de Lapeña haga, al fin, algo
6 de marzo de 1811
Graham se retira hacia Cádiz con su división, que ha quedado en muy malas condiciones tras los duros combates. Manuel de Lapeña, por su parte, se queja de esa retirada e interviene en el Consejo de Regencia. La misma Regencia le ordena al general español, el 7 de marzo, entregar el mando a Zayas (que había requerido, reiteradamente al español refuerzos para apoyar a los ingleses)