La riqueza vitivinícola tuvo la culpa. La tonelería fue uno de los oficios principales de la artesanía gaditana en general, y de la chiclanera en particular. Las bodegas grandes realizaban el trabajo en sus propias instalaciones, pero la existencia de talleres donde se reparaban las botas -y se fabricaban, también- impulsó este gremio artesanal. Pero es que no ha sido la única de las actividades relacionadas con la artesanía en Chiclana. Tanto gustan los viejos oficios gremiales aquí que existen dos asociaciones dedicadas a lo que históricamente se ha considerado terreno de las artes decorativas o artes menores (por su función utilitaria, más allá de la belleza misma). Por un lado, la Asociación de Artesanos El Bargueño, que impulsa un mercadillo artesanal en la 2ª Pista durante el verano, donde pueden venderse cerámicas y piezas de bisutería, si bien también hay sitio para la moda y los objetos de anticuario. Por otro, la Asociación de Artesanas de Chiclana (ASACH), que ofrece talleres y formación en la Casa Brake durante el curso escolar.

La nuestra es tierra de artesanos: los esforzados toneleros, los detallistas alfareros (especializados en gres o cerámica rústica), los pacientes ebanistas y hacedores de muebles por encargo, las detallistas mujeres que hacían su labor en los talleres de muñecas, los antiguos esparteros… Algunos oficios perduran, otros están en franco declive, y otros se reavivan -precisamente- porque han derivado en prácticas de ocio con objetivos solidarios, como ocurre con las tapiceras de la Asociación Lunaria, a la que dedicamos un apartado por la importancia de su labor dentro de la propia comunidad chiclanera.

Gres ‘made in Chiclana’

Gres Sierra

Gres Sierra

El gres es porcelana, pero rústica. Dentro de la artesanía en Chiclana, es un elemento primordial puesto que participa en la decoración de las fachadas que muestran sus edificios. La palabra gres viene del francés -grès, arenisca-, y denomina una pasta compuesta por arcilla figulina y arena cuarzosa; la alfarería que tiene como base el gres se caracteriza por ser especialmente robusta, impermeable y resistente a las altas temperaturas. El taller de GresSierra, nos cuentan en este reportaje, “convierte el gres en poesía”. José Manuel Sierra, artesano chiclanero, destaca la idoneidad de esta clase de porcelana (por su esmalte atóxico) para la creación de piezas de vajilla, tanto de uso doméstico como industrial (en la hostelería): tazas, platos y otros objetos fruto de una labor que va del secado, cocción y decoración a la segunda cocción. La exclusividad de los productos del taller de Sierra es tal que su mercado está en el sector hostelero más exquisito; se trata de un trabajo artesanalmente delicado, que requiere muchas horas de dedicación.

Sierra, por otra parte, es un artesano bien conocido por sus murales, mosaicos pintados a mano, bustos, trofeos, etcétera. Despliega una cerámica creativa que es profundamente artesanal; su estudio trabaja con materiales como la terracota, la pasta egipcia, la mayólica y la porcelana, además de con el gres. El resultado no se deja esperar, no hay más que ver la presentación de estas Setas al ajillo con jamón ibérico: apetitosas, ¿eh? Y muy bien colocadas en un plato de gres del taller GresSierra. Sus juegos de té, azulejos y su producción de cerámica creativa en general constituyen una referencia importantísima en la artesanía de la tierra.

Artesanía de toneles

Francisco Gómez Morales ya anunciaba, en 2014, el final de este oficio en Chiclana. Medio siglo trabajando artesanalmente con su martillo que, en los últimos tiempos en la Bodega Cooperativa, se ocupaba más de remendar las botas estropeadas que en fabricar nuevos ejemplares, dada la escasez de demanda en el sector vinícola. “Creo que el único que queda activo soy yo”, declaró a 8TV Chiclana aquel año; rememoraba la existencia de aquellos talleres chiclaneros que abastecieron -en tiempos- al Marco de Jerez. A los 14 comenzó su carrera como pinche o aprendiz, en un momento de esplendor para el oficio, en el que no solo el gremio era potente, sino que las propias bodegas contaban con sus toneleros. Se trataba de un producto de larga duración: el promedio de tiempo que podía llegar a permanecer una bota en una bodega era de 50 años. Después se restauraba, de modo que los talleres podían asumir trabajos de fabricación y reparación.

Ligada a la industria del vino, la tonelería fue durante siglos -concretamente desde el siglo XV- un gremio establecido en ciudades como Jerez de la Frontera, El Puerto de Santa María, Sanlúcar de Barrameda y, por supuesto, Chiclana. Las barricas de madera francesas empezaron a ser fundamentales en la mejora del transporte de caldos y licores, por su manejo y las posibilidades de conservación. En el caso de la crianza de vinos, la bota permanecía en su bodega correspondientes; pero cuando guardaba caldos para exportar (al Reino Unido y otros países), se iba para no volver. Aquello generaba una producción continua, claro. Hasta los años ochenta, la actividad artesanal era grande y daba tanto trabajo que, desde la ciudad jerezana, los talleres no daban abasto y tiraban de las tonelerías de Chiclana de la Frontera.

El mueble artesanal

Mueble artesanal de Pino

Mueble artesanal de Pino

La madera también está muy presente en otro tipo de artesanía, la de los talleres de mueble artesanal; responde a una tradición -la del mueble por encargo de particulares- que ha tenido gran arraigo en la provincia de Cádiz, y ha dado trabajo al colectivo de ebanistas. Artesanos como Antonio Butrón y Francisco Gómez, en Chiclana de la Frontera, son algunos de ellos. En estos talleres se han llegado a dominar todos los oficios de la madera, a saber: secar, cortar, cepillar, lijar, darle el grueso, ensamblar e incluso realizar el esqueletaje y acabado (lo que implicaba tallar, tornear y barnizar).

Uno de los representantes de esta actividad, la del mueble personalizado, ha sido Antonio Sánchez, cuyo taller ha destacado especialmente por el uso de la caoba y el roble. Haya, pino, sapeli, cedro, nogal, cerezo y otras maderas son las comúnmente utilizadas para el mueble de corte clásico gaditano; la maquinaria empleada es, por lo general, de poca sofisticación. Estos artesanos del mueble, en Chiclana y en Cádiz, siempre se han caracterizado por dar prioridad a la labor artesanal (aplicada a técnicas de escoplear, enlazar a espiga o marquetear).

Tapices solidarios

Tapices Lunaria

Tapices Lunaria

Lo de Lunaria es de otro planeta. Aunque sea una iniciativa solidaria nacida en Chiclana y de la mano de un grupo de mujeres que se asociaron para tejer y ayudar a los demás. Fue en 1999 cuando la Asociación Sociocultural Lunaria comenzó su andadura, partiendo de una afición -hacer tapices- con la que se podía crear una red solidaria que acogiese a colectivos de mujeres afectadas por problemas (físicos y de salud, psíquicos relacionados con el maltrato), o que estuviesen sufriendo una situación de marginalidad. Crear un tapiz puede ser algo muy modesto, no así conseguir despertar la creatividad e imaginación y, de paso, generar autoestima para quienes la necesitan. Para mujeres que se hallan en determinadas circunstancias, esto último es sencillamente vital. El lema de la entidad, en este sentido, es muy claro: “Respeto, comprensión, amor y muchísima paciencia”.

Así, las mujeres de Lunaria, no solamente contribuyen al desarrollo de la artesanía en Chiclana, sino que además cumplen una función social. Cada verano exponen el trabajo realizado a lo largo del año; muchos de ellos realizados con material reciclado, como pueda ser la lana de los miles de jerséis donados por chiclaneros anónimos que colaboran en las campañas de esta asociación. Se afanan en la búsqueda de diversos materiales, además de en la ejecución técnica y el diseño de cada pieza. Nos encontramos con tapices figurativos, otros más paisajistas… Que tiran incluso de técnicas mixtas (con el uso de barro, madera, algas, semillas, etcétera).

Esparteros: oficio artesanal

En Chiclana ha habido oficios artesanales como el de espartero, que sirvió para subsistir trenzando en tiempos de escasez. Hay quienes desean mantener esta tradición viva, sobre la que pende siempre la espada de Damocles de la extinción (como ocurre, por otro lado, con otras artesanías). Se trata de una ocupación que se aprendía en entornos familiares, en plena infancia. La labor del esparto requería tareas que iban de la recolección al tratamiento de la materia prima, para la que se precisaba una destreza adquirida -tan solo- con la práctica diaria. Familias enteras vivieron del esparto, en casa, repartiéndose las tareas: la recogida para el hombre, el hilado para la mujer. La industria bodeguera -con enorme arraigo en Chiclana- era destinataria de parte de esa producción espartera. Los esparteros forraban con estos materiales las botas de vino (faena que les podía llevar meses). Cosa que ha cambiado en los tiempos que corren: ahora, las bodegas solamente necesitan esteras para el suelo o persianas. ¡Y a volar!, como suele decirse.

La laboriosidad de esta tarea se explica por su proceso mismo: de la recolección en el campo al producto final (cenachos, esteras, espuertas de una o dos asas que a su vez se utilizan para recolectar otros frutos del campo), el trabajo el arduo. Más aún teniendo en cuenta que la labor arranca en verano, y que hay que dejar que el esparto se seque al sol durante una veintena de días para después quitar las espinas y moldearlo, una vez mojado. El hilado y trenzado constituye el momento en el que las piezas toman forma, al fin. Piezas de uso doméstico, pero también útiles para la labor campesina, decorativas incluso.

Muñecas Marín

Muñecas Marin

Muñecas Marin

Chiclana contó, desde 1928 hasta finales de 2014 -fecha en la que cerró sus puertas para siempre- con el principal taller artesano de fabricación de muñecas de nuestro país: Muñecas Marín. Aquí se realizaban diferentes moldes destinados a crear cabezas de muñecas, que luego eran meticulosamente pintadas; el cuidado que había que gastar para cada detalle era máximo (por no hablar del diseño y confección del vestuario de cada una de las líneas clásicas que Muñecas Marín fabricó a lo largo de su larga historia). Sus colecciones se llegaron a exportar a todo el mundo: prácticamente no quedó un lugar en el planeta al que no llegara su famosa muñeca gitana (las conocidas como muñecas Marín), emblema de una empresa chiclanera eminentemente artesanal.